Acuérdate, Bienaventurada Santa María Magdalena, que ninguno de los que han acudido implorando tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado.

Animado con esta confianza, a ti acudo, Santa María Magdalena. Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo confiado a comparecer ante tu presencia intercesora.

No deseches mis humildes súplicas, antes bien inclina a ellas tus oídos y auxíliame favorablemente en lo que te pido y necesito, ante Dios Padre.

Amén.